Especial: Nuevo programa de protección a testigos

NUEVO PROGRAMA DE PROTECCIÓN A TESTIGOS

El sol entra por la ventana y su luz cayendo en mi rostro me despierta. Estoy echada en mi cama y a mi lado está aquel chico guapo que conocí ayer en el bar y luego traje a mi departamento. Ambos estamos como vinimos al mundo, completamente desnudos, cómo no estarlo, si estuvimos teniendo sexo toda la noche. Él sigue dormido, parece estar muy cansado, su enorme brazo me rodea y me sirve de almohada para reposar mi cabeza. Bajo la mirada y veo mi seno derecho cubierto de su semen, recuerdo como ayer le supliqué que se corriera ahí. Su miembro se erecta nuevamente, en tanto él sigue dormido, como si tuviera vida propia. Verlo así despierta otra vez en mí aquellas sensaciones que me son difíciles de controlar. Entonces llevo mis pequeños y delgados dedos hacía aquel enorme y delicioso pedazo de carne, lo empiezo a tocar e inconscientemente muerdo mis labios. Mientras lo hago, y nuevamente siento ese placentero cosquilleo en mi vagina, pienso ¿Cómo carajos terminé así?.


Hace unos meses: 



-Narcotráfico, tenencia ilegal de armas de fuego, extorción, corrupción de funcionarios, robo y asesinato, eres toda una joyita. - decía el viejo comandante de la policía en tono jocoso mientras leía mi informe. 

-Súmele a ello que me cogí a su madre- respondí en el mismo tono.

-¡Cómo te atreves maldecido¡- gritó el otro policía a su lado, golpeando la mesa con fuerza tratando inútilmente intimidarme.

El viejo comandante rio, con la palma de su mano alzada calmó a su compañero y agregó -con gusto, serían un par de años más agregados a tu cadena perpetua-. 

En ese momento estaba complemente jodido, tenía una herida de bala en la pierna, producto de mi captura, mi gente se encontraba enterrada llena de agujeros en el cuerpo y todo el cargamento de cocaína que transportada fue incautado. Las amenazas de pasar el resto de mi vida en prisión no me asustaban en lo absoluto, pues de todas formas sabía que no me quedaba mucho tiempo respirando. Así funcionaban las cosas en el cartel, ser arrestado era lo mismo que ser asesinado. La cárcel era una sentencia de muerte pues los grandes jefes tenían gente dentro, gente que te podía matar mientras dormías, mientras comías o conversabas en el patio, todo para asegurarse de que nadie revele información a la policía. Lo sabía perfectamente, pues yo muchas veces di la orden para ejecutar a ciertos prisioneros, y era consiente que ahora yo no sería una excepción. Así que, poco me importaba lo aquellos dos oficiales tenían para decirme u ofrecerme, yo ya había aceptado con tristeza mi muerte. Sin embargo, aquel bigotudo y viejo coronel me ofreció una salida que cambiaría mi vida por completo, y hablo muy enserio.  

-No me gusta negociar con escoria, pero a veces hay que trabajar con los pericotes para atrapar a la rata mayor, y tú, mi amigo, puedes serme de mucha ayuda- agregó. 

-Jaja si cree que hablaré a cambio de unos años menos a mi condena, déjeme decirle, oficial, que es muy ingenuo.- respondí, creyendo que sabía lo que me iba proponer.

-¿Qué tal a cambio de la libertad?.- preguntó con una sonrisa. 

En ese momento me quede callado por unos segundos, obviamente no esperaba una oferta así, y, por su cara de sorpresa, el otro policía parecía que tampoco. Pero, aquella oferta, de ser si quiera cierta, me convendría aún menos. No hay nada peor para un criminal que ser un soplón, el precio por mi cabeza tan solo se triplicaría si alguien se enteraba que estaba colaborando con la policía. -Lo lamento poli, pero solo lo ayudaré si me saca del planeta- dije de manera irónica. 

Entonces el capitán sacó de la maleta que tenía al lado una carpeta y la puso frente al mío. Aquella carpeta se titulaba "Programa de protección a testigos". 

Leí las primeras hojas de la carpeta rápidamente. En aquellos papeles se explicaba que utilizarían un nuevo y avanzado proceso quirúrgico para transformarme en una persona totalmente distinta, de tal manera que nadie podría dar conmigo. Aquello incluía nuevos documentos, un hogar, ropa, comida,  una jugosa pensión por el tiempo que sea útil y, lo más valioso, el total perdón y olvido de cargos. Sin embargo, no todo podía ser perfecto, aquello seguía siendo experimental, pocos casos habían funcionado en el primer mundo y sería la primera vez que practique en mi país. 

Me quedé pensando por unos minutos. Era muy consiente de que no podía ponerme quisquilloso con esos detalles. Aquello sonaba como una oportunidad única, podía iniciar de cero y hacer las cosas bien esta vez, conseguir un trabajo digno, conocer una linda mujer y, quien sabe, hasta formar una familia, alejándome del salvaje mundo criminal. Lo peor que podía pasar era que termine muriendo, cosa que igual iba a ocurrir si rechazaba la oferta. Así que, sin pensarlo más acepté, estrechando la mano del capitán y convirtiéndome oficialmente en un soplón. 

No podíamos perder tiempo, el viejo oficial me hizo firmar de inmediato varios papeles de consentimiento y autorización, los cuales no pude leer a detalle por el apuro. Luego, ambos oficiales me dieron vestimenta civil y, en un auto de lunas polarizadas, partimos hacía el lugar en dónde se llevaría a cabo mi cambio de identidad. Los doctores a cargo rápidamente empezaron a alistar todo, en lo que yo me desnudaba y veía por última vez mi rostro ante el espejo, a partir de ese momento Emilio Sosa, mi antiguo verdadero nombre, iba a morir para todos y era algo que tenía que aceptar. Me eché en la camilla que me indicaron, y, mientras empezaban a aplicarme la anestesia para comenzar con la cirugía, una mezcla de emoción y miedo invadió mi cuerpo. ¿A caso así sería mi muerte?¿Cómo luciré en mi nuevo cuerpo?¿Qué será lo primero que haré? eran algunas de las tantas preguntas que inundaban mi cabeza en ese momento, hasta que con el pasar la anestesia hizo su trabajo. 


La operación acabó y yo, aún algo aturdido, abría los ojos lentamente. Me sentía muy extraño, de alguna forma más ligero y pequeño, pero, a la vez, podía sentir ciertas partes de mi cuerpo más pesadas. Alcé mis manos con algo de esfuerzo para poder verlas, estas eran más pequeñas, delgadas y con un tono de piel más claro, parecían las de un adolescente, algo delicadas y con las uñas muy largas para mi gusto, pero nada para alarmarse. A pesar de estar bastante débil, quería sentarme y estirarme un poco, así que apoye mis brazos en la camilla y apliqué un poco de fuerza para alzar mi torso. Sin embargo, al hacer aquel simple movimiento experimenté dos sensaciones completamente nuevas. Sentí varios mechones de cabello deslizarse por mi nuca y caer en mi hombros, aquello no representaba un problema, nada que una cita con un barbero no pueda arreglar. Sin embargo, la segunda sensación sí era mucho más preocupante, pues, al levantarme, sentí un peso extra en mi pecho ir conmigo, como si llevara una mochila al frente. En ese momento no sabía que podía causar aquel peso extra, pero tan solo me bastó bajar la mirada y jalar levemente la bata que me cubría hacía adelante para descubrir que las responsables eran mis nuevas tetas.


Mi respiración se aceleró de inmediato, aún sin poder creerlo, llevé mis manos hacía ellos y los apreté, sintiendo como estaban pegados a mi. Luego preste atención a mi cabello el cual ahora, además de llegarme hasta mi espalda, pasó de negro a rubio. Toqué mi rostro, aún sin saber como era, y sentí mi cara más delgada con mi piel mucho más suave, sin rastros de aquel bigote que me caracterizaba. Aunque cada vez era más evidente en lo que me había convertido, me rehusaba a creerlo. Así que abrí mis piernas y alcé aquella bata, con la esperanza de encontrar a mi pene y a mis testículos aún ahí. Sin embargo, lo único que me topé fueron unas piernas totalmente depiladas, unos muslos gruesos y, entre ellos una vagina, lo cual confirmaba lo obvio, yo ya no era un hombre. 

Un doctor entró al consultorio en donde desperté y se sorprendió de verme ya consiente. Rápidamente se acercó a mí diciendo -Por favor, tienes que estar en reposo-. 

-¿En reposo? DÓNDE ESTÁ MI JODIDO PENE- grité, escuchando mi voz femenina por primera vez. 

-El proceso.. proceso... sería más eficaz si te dábamos un cuerpo del sexo opuesto, para que así nadie sospeche de ti... cree..mos que es lo más conve.. conve..niente- respondió el doctor bastante nervioso. 

-¿CONVENIENTE? ME CONVIRTIERON EN UNA PUTA MUJER ¿COMO VA A CONVERNIRME ESO?- continúe gritando agarrándolo y sacudiéndolo del cuello de su camisa. -DEVUELVANME A LA NORMALIDAD DE INMEDIATO MALDITOS IDIOTAS-.

-LO LAMENTO MUCHO, pero es demasiado riesgoso revertir el proceso ... la tasa de éxito se reduciría al 2%- respondió el doctor tratando de zafarse sin hacerme daño.   

Yo continuaba zarandeándolo y haciendo todo un alboroto, hasta que escuche a la voz del capitán Peralta, aquel oficial que me ofreció el trato, decir -Veo que ya despertaste- mientras entraba a la habitación muy calmadamente.  


Yo solté al doctor y dirigí mi ira contra él -HIJO DE PUTA, TÚ SABÍAS QUE PASARÍA ESTO, DEVUELVEME MI PENE AHORA- le reclamé furioso, pero el capitán parecía no inmutarse. 

-Firmaste una autorización, muñeca, ahí se explicaba claramente que te daríamos el cuerpo que nosotros creeríamos conveniente. Y mira, quién creería que una linda rubia es un asqueroso narcotraficante soplón, tú seguridad está garantizada- respondió el capitán con una ligera sonrisa. 

-Y UNA MIERDA, NO LES DIRÉ NADA DE INFORMACIÓN HASTA QUE VUELVA A SER UN HOMBRE- amenacé.

-Adelante, no nos digas nada, cancelamos el trato. Como te dijo el doc, no puedes regresar a la normalidad, porque aparte de ser riesgoso, es un procedimiento muy caro que no estoy dispuesto a pagar por ti. Así que te quedaras como una linda mujer, viviendo en la calle, sin documentos y ni un solo céntimo. Buena suerte.- dijo dándose media vuelta, listo para retirarse. 

Debía reconocerlo, aquel hijo de puta me había puesto contra la espada y la pared. Obviamente, no quería vivir el resto de mis días como una mujer. Pero al parecer ya no tenía de otra. Con mi hombría aún negándose, prefería al menos ser una mujer con un techo y dinero que una vagabunda a la cual cualquier borracho violaría con facilidad. Así que, aceptando mi derrota, grité para evitar que se vaya -está bien ayudaré, sigamos con el trato-. 

Luego de ello, los doctores me hicieron varios exámenes para asegurarse que todo vaya en orden. Tomaron muestras de sangre, saliva y orina, verificaron mis reflejos y sentidos. Lo que fue sorprendente y no esperaba para nada era que aquella herida de bala en mi pierna, que me había dejado complemente cojo, había desaparecido, permitiéndome caminar normalmente otra vez, claro, si llamamos normal al hecho que tus caderas y tus senos se muevan contigo cada vez que das un paso. También, y para aún más humillación, tuve que ir con una ginecóloga, la cual después de revisar a plenitud mi nueva vagina me dijo que ahora era una mujer totalmente sana tanto externa como internamente. Ahí fue cuando me enteré que también me habían cambiado por dentro, dándome óvulos y un sistema reproductor femenino, lo cual implicaba que ahora podría menstruar y, en palabras de la doctora, -embarazarme si lo deseaba-. Todo esto no podía ser peor, si había un infierno, lo estaba viviendo justo en ese momento. 


Terminamos todos los exámenes en unas cuantas horas y, ya de noche, me dieron de alta. Me ofrecieron algo de ropa para poder irme, sin embargo cuando la revise me rehusé completamente, pues el atuendo consistía de una tanga, para colmo de males rosada, un sostén del mismo color, unos jeans ajustados y un blusa que apenas cubriría mis pechos. Sin embargo era eso o salir al mundo exterior únicamente con la bata del hospital. Renegando, pedí que me dejaran a solas para cambiarme y me desvestí, para después subir aquella tanga, percatándome de como esta era succionada por el tamaño de mis nalgas, luego batallé con el sujetador, tanto que a las finales lo tiré y solo decidí ponerme la blusa junto con los jeans. Una vez vestido, salí y el capitán Peralta junto con su compañero me esperaban, listos para escoltarme a mi nuevo hogar, -adelante búrlense- dije al ver sus rostros a punto de reírse, sospechando que la ropa la habían elegido ellos. 

Subimos a un auto aparentemente común, el oficial Gonzales, el más joven y perro faldero del viejo, fue de conductor, el bigotón de copiloto y yo fui atrás. Empezamos la ruta y mientras su compañero manejaba, el capitán Peralta empezó a darme varias indicaciones. 

-Tu nuevo nombre es Melany Irene Córdova Galarza, tienes 27 años y provienes de la capital. Viniste aquí para superar la muerte de tu padre y conocer nuevos aires, tu madre falleció cuando eras niña y eres hija única, tú única familia somos nosotros.- dijo el hombre leyendo un papel. 

-¿Cómo que ustedes?- Dije alzando un ceja. 

-Sería muy sospechoso que vayas constantemente a la comisaria, así que iremos a visitarte cada cierto tiempo para que nos des la información. También sería sospechoso que vayamos con nuestros uniformes así que nos haremos pasar por familiares tuyos, a partir de ahora seré tu viejo tío Humberto y el será tu primo Gomi. Apréndete todo eso, pues será lo que dirás cuando alguien te lo pregunte- dijo dándome la carpeta en donde se encontraba el guion de mi nueva vida.   

-Un gustó, primita- dijo Gonzales burlándose desde el volante. 

-Vete a la mierda- dije cruzando los brazos y mirando a la ventana. 

Después de un incomodo viaje llegamos a un conjunto de departamentos, esperaba una casa, pero no me puedo quejar, parecía una zona agradable y calmada. Una vez dentro de mi nuevo departamento, empecé a marcar en un mapa los puntos en donde se distribuía la droga y a darles ciertos nombres. Acabado eso, los policías me entregaron las llaves del lugar, un celular para llamarlos en caso de cualquier emergencia y una tarjeta con dinero para gastar, luego se fueron diciendo que volverían pronto. Cerré la puerta con fuerza y solté un gran suspiro al por fin estar solo. 

Empecé a explorar el departamento a detalle, abriendo cada cajón y revisando cada espacio, como un ladrón. Era un lugar algo pequeño, no era una mansión sin duda, pero era infinitamente mejor a cualquier otro lugar en donde haya dormido antes. La sala era acogedora con un sofá bastante cómodo y un televisor acompañado de reproductor dvd y bastantes películas, al menos no me aburriría tanto aquí. A su costado había un pequeño balcón decorado por plantas, el cual daba una gran vista al calmado vecindario en el que me encontraba. Luego, la cocina estaba ya equipada con bastante utensilios y alimentos para por lo menos una semana, y, lo mejor, tenia  una pequeña nevera llena de latas de mi cerveza favorita. Sin duda podría acostumbrarme a este lugar. 


Luego llegue al que era mi cuarto, el cual era más amplio de lo que esperaba. Lo primero que hice fue quitarme aquella ropa de mujer que llevaba puesta, tenía la esperanza de encontrar algo menos femenino y humillante en mi nuevo armario. Sin embargo, para mi desgracia, aquel armario tenía prendas igual o más femeninas de las que llevaba. Vestidos, faldas, botas de tacón, más tangas y sostenes nada que en ese momento quisiera usar. 

Opté por andar desnudo, después de todo estaba solo mi casa. Era la primera vez que estaba a solas con mi nuevo cuerpo femenino. Era extraño bajar la mirada y no ver mi pectoral cubierto de pelo y mi respetable pene colgando entre mis piernas, en su lugar apenas si podía ver mis pies por el tamaño de mi tetas. En mi cuerpo aún habían tatuajes, claro que no idénticos a los que tenía como varón, pues sería estúpido que cambiaran mi sexo y dejaran los tatuajes, pero al menos los más importantes y significativos para mí guardaban relación, supongo que fuera de todo esto es un detalle que agradecer.

Cogí un espejo que tenía cerca y con algo de miedo vi detenidamente por también primera vez mi rostro. Me sorprendí bastante al verme reflejado o reflejada en el cristal, esperaba parecerme a mi hermana o a mi madre, pero nada que ver. Era rubia, supongo que natural, cuando las mujeres de mi familia se caracterizaban por ser castañas o morenas, de piel blanca cuando siempre fui trigueño y en mi rostro no había ningún rasgo que recordara al antiguo yo. Era tal y como dijeron, me convertí en una persona totalmente distinta con nula relación al antiguo Emilio. 


Continuaba viéndome en el espejo, moviendo la cabeza y haciendo muecas extrañas. Tenía el rostro de una mujer bella, de aquellas a la que no dudaría invitarle un trago, eso sumado a mi cuerpo de tetas y culo enormes hacía de mí una mujer físicamente bastante atractiva. No sabía como sentirme respecto a ello, supongo que prefería eso a ser una mujer fea, pero tampoco es quisiera que todo el mundo me vea y me corteje. Entonces un pensamiento invadió mi mente, ¿Qué sería de mí?, a caso tendría que ponerme aquellos vestidos del armario, unos tacones y maquillarme para salir a la calle y fingir que siempre fui una chica. Tarde o temprano tendía que conseguir un trabajo, de qué, qué amistades haría, acaso conseguiría una pareja, sería mamá algún día, todo eso me llenó de terror. 

Para evitar seguir pensando en ello, decidí ir a la sala a ver algunas películas mientras me acababa todas las latas de cerveza de la nevera. Fue bastante efectivo a decir la verdad, aunque a las pocas latas ya podía sentir mi cabeza dando unas cuantas vueltas, sin embargo, luego de tanto trago, sentí ganas de orinar. Traté de posponer aquel momento lo máximo posible, hasta que las ganas me hicieron correr hacía el baño. Me negué a sentarme en la taza y miccionar, bajo la influencia del alcohol, pensé que no abría tanta diferencia en orinar con un pene y con con una vagina, así que abrí mis piernas por completo a media a taza y solté todo. Pésima idea, pues todo el liquido que salía de mi cavidad escurrió por mis piernas embarrándolas por completo y causando un desastre. De inmediato, ejercí presión para detener momentáneamente mi vejiga, al igual que lo hacía para aguantar la orina cuando era hombre, y sin más opción me senté en la taza. Ya acomodado, y percatándome de que mi culo era lo suficientemente grande como para sobresalir del inodoro, solté todo, sintiendo la misma sensación de alivio que experimentaba cuando era hombre, sin embargo, todo lo demás era distinto. Baje la mirada contemplando en la posición en la que me encontraba y completamente lleno de furia y ansiedad grité -MALDITO PROGRAMA DE MIERDA-.


Al día siguiente me encontraba dormido el sofá, desnudo, apestando y rodeado de latas de cerveza por todos lados, pues me había quedado toda la noche viendo películas y bebiendo, al menos eso era lo que recordaba. Hubiera permanecido en estado etílico hasta medio día o quizás más, sin embargo, me despertó el timbre del  departamento. No esperaba que los oficiales vinieran tan rápido, pensé que al menos tardarían un par de días en volver. No me quedó más que gritar -ya voy, ya voy- mientras me daba un rápido lavado de cara y luego buscaba algo en el armario para cubrir mi cuerpo desnudo. Tapado con una bata que encontré, corrí hacía la puerta y la abrí diciendo -Puta madre, mínimo avísenme cuando van a ven....-. Sin embargo me quedé callado cuando vi que al otro lado de la puerta no estaban aquel viejo ni aquel otro idiota, sino una mamacita vestida de blanco. 


-Hola, mi nombre es Milete- dijo secamente estirando su mano para estrecharla. 

Yo estaba bastante nervioso, normalmente no ponía así frente a una mujer, por el contrario era muy seguro. Sin embargo ahora yo era una, si ya me avergonzaba que los policías me vean en este cuerpo, que una mujer tan bella como lo era esa me vea como su igual me hacía sentía aún más humillado, aún más, cuando esta parecía ser mucho más alta que yo. Sin embargo, al ser una desconocida, tenía que pegarme al libreto, así que estreche su mano diciendo -Mi...mi.. nombre es Melany ...¿Qué qué se te ofrece?-.

La chica soltó una ligera risa y dijo -Descuida no tienes que fingir conmigo, trabajo para la policía y soy consiente de tu caso-. Mostrándome luego su placa  que comprobaba lo que decía. Para evitar, que algún funcionario o policía corrupto informe de mi transición a la mafia y ellos den conmigo, el capitán Peralta limitó este hecho a solo cierto número de personas, a su gente de más confianza. A todos ellos les brindó una placa, para que así yo pudiese distinguirlos y saber con quien fingir y con quien no. Aquella mujer tenía una de esa placas por lo que decidí confiar en ella. 

-No esperaba a que alguien viniera hoy, menos una policía vestida así....- dije mientras ella pasaba y yo la veía de arriba a abajo. 

-El capitán Peralta me envió a ser tu asesora- dijo mientras llegaba a la sala -Por lo que veo...alguien se estuvo divirtiendo a noche- agregó al ver las latas de cerveza regadas en el suelo y en el sofá.

Avergonzado, rápidamente traté de recoger todas las latas y tirarlas al tacho de basura más cercano, mientras preguntaba -¿Asesora? ¿para qué necesito una asesora?-.

-El plan es que pases por una mujer común y corriente para que así no llames la atención y...

-Jajaja yo sé pasar desapercibido, mi trabajo consistía en pasar desapercibido- interrumpí de inmediato.

-Tenemos contacto con el dueño de estos departamentos y ayer nos reportó que una vecina llamó para quejarse y cito: "una loca del departamento de al lado, estuvo gritando toda la noche que odiaba sus tetas y su vagina". Luego varios residentes se quejaron que la mujer del 199 se exhibía completamente desnuda desde su balcón y empezó a insultar a todo el que le dijera algo. Se nota que pasas muy bien desapercibida- dijo alzando una ceja. 

-Supongo que anoche bebí un poco de más- dije avergonzado de no recordar nada de eso- pero nada de esto hubiese pasado si ustedes no me hubieran convertido en una mujer- reclamé. 

-Pues ahora eres una y no hay marcha atrás, cualquiera estaría agradecido, todo el daño que hiciste desaparecerá mágicamente-. replicó severamente - Además, como debes saber, la pensión que la policía te da no durará para siempre, necesitaras un trabajo tarde o temprano. ¿Cómo conseguirás uno si ni siquiera puedes ponerte un sostén?- dijo bajando la mirada a mi pecho casi descubierto. 

-Puedo arreglármelas solo, no te necesito- dije ya más agresivo, cerrando bien la bata. 

-Lo siento, pero son ordenes del capitán Peralta, y me quedaré pese a que no quieras- respondió en el mismo tono, incluso intimidándome un poco. 

Por más que intentará convencerla de irse, ella parecía muy decidida a hacer su  trabajo, maldito bigotón me estaba humillando de nuevo. Al final decidí ceder y hacerle caso, solo para que se fuera lo más pronto posible. Lo primero que hizo fue llevarme a mi habitación y enseñarme a colocarme correctamente un sostén. -Puedes andar desnuda en tu casa, pero necesitarás ponerte ropa interior para salir,  no quieres que todo el mundo te quede viendo los pezones ¿o sí?- decía ella. Estuve como hora media poniendo y sacándome casi todos los sujetadores del armario, de las distintas formas que había, hasta que finalmente dominé cómo hacerlo. No es que me gustara la idea de usar un sostén todo el tiempo, pero al menos debía admitir que ayudaba a que mis tetas no se estén moviendo de un lado a otro cada vez que caminaba. Igualmente, una vez esa bruja se fuera, me quitaría esta ridiculez de inmediato. 


Cuando acabamos con los sostenes, pensé que al fin se iría, sin embargo, ese iba a ser un largo día. Una vez me hizo guardar todas las prendas intimas que había sacado para probarme, nos dirigimos a mi baño en donde me indicó que hacía cada cosa y cómo es que debía usarla. -Este jabón es para tu zona V, si usas otro podría llegarte a dar un infección, esto el acondicionador, no es lo mismo que el champú... y bla bla bla-. Me decía puras mariconadas que ni me interesaban, ahora tendré tetas y una vagina, pero no planeaba comportarme como la típica mujer. -¿Entendiste?- preguntaba ella, a lo que yo solo asentía mientras le miraba el culo. En fin toda la mañana y parte de la tarde estuvimos juntos, mientras me enseñaba todas las cosas básicas de ser una mujer. 

Una vez se fue, me quité de inmediato aquel sostén y la braga que me había obligado usar, tirándolos a un lado. Ya más cómodo, busqué el celular que los policías me habían brindado y de inmediato marqué a Peralta. 

-Dime sobrina, en qué te puedo ayudar- dijo burlándose como siempre. 

-¿Qué es eso de una puta asesora?- dije molesto. 

-Ah Milete, sí, me olvidé decirte que iba a ir, supongo que ya sabes el resto.- respondió muy tranquilo. 

-No quiero me enseñen a ser una mujer. No quiero que vuelva a venir.- volví a gritar. 

-Jajaja ¿Hasta ahora no lees las autorizaciones que firmaste verdad? ¿Crees que a un convicto como tú, le brindaríamos la libertad tan simple?¿Qué me garantiza que no vas a volver a lo mismo una vez te quite el ojo de encima?. 

-¿Qué tal el hecho de que ahora tengo tetas?-

-Existen las mujeres criminales, preciosa. Para obtener el preciado perdón de tus pecados tendrás que probarnos que eres una mujer de bien para la sociedad y Milete será quien autorice eso, de lo contrario por más información que nos des, te llevaremos a un penal para mujeres, a ver cuanto duras ahí-.

-NO ME PUEDES HACER ESTO PERALTA- contesté bastante eufórico, sin embargo, aquel viejo solo me cortó dejándome con la palabra en la boca. Nuevamente, lleno de ira, empecé a gritar y a romper todo lo que había a mi al rededor, mientras maldecía a Peralta. Luego de calmarme un poco, decidí al fin leer los malditos papeles que había firmado, para que así no me saquen alguna una otra condición de sorpresa. Para mi mala suerte, todo lo que había explicado el capitán estaba ahí, con palabras mucho más bonitas. Nuevamente me paré y liberé algo de enojo golpeando cosas toda la noche. 

Otra vez estaba contra la espada y la pared, de no hacer todo lo que aquella mujer me decía y de no tener su aprobación, yo iría preso, por lo que toda la mierda por la que había pasado hasta ahora iba a ser en vano. Después de pensarlo mucho bajo almohada, decidí que lo más conveniente era ceder nuevamente, o al menos fingir captar todo lo que me decían hasta tener la aprobación y, una vez obtenga mi libertad, vivir mi nueva vida a mi modo. Sin duda serían unos días muy largos. 

Así empezó mi nueva rutina. Milete venía cada día, a la misma hora a enseñarme algo nuevo, haciéndome sentir como un niño, o una niña en este caso, a la que hay que enseñarle hasta darse un simple baño. Ella podía ser muy hermosa, tenía  un bonito cuerpo y todo eso pero tenía un carácter del demonio, no le gustaba perder una discusión y siempre se daba a respetar, sin duda hubiese sido un alto mando en el cartel. Me enseñó a cocinar para así no depender de la comida rápida o congelada. Luego me obligó a aprender todo el libreto de mi nueva vida, al derecho y al revés. Aunque también debo agradecerle que me haya dado libertad para modificar ciertas cosas para que se adecuen a mi encantadora personalidad. También, pese a mi resistencia, me enseñó a cuidar mejor mi aspecto personal, aquello implicaba depilarme, saber peinar mi largo cabello, aprender a combinar la ropa, andar en tacones y, lo peor, maquillarme. Ella era de las que enseñaban con ensayo y error, me hacía sentarme por horas frente al espejo y no me permitía levantarme hasta logre aplicarme todo correctamente. 


Pero miento, a pesar de que maquillarme era toda una tortura, lo peor de todo era el periodo. Cuando los doctores me dijeron que yo tenía la capacidad de menstruar, no le di mucha importancia, siempre había creído que las mujeres exageraban demasiado con ese asunto. Más estaba muy equivocado. A la tercera semana de esta nueva vida, me desperté gritando como nunca antes, pues ni bien abrí los ojos vi con espanto como toda la parte inferior de mi cama estaba manchada con sangre, todo cual película de terror. Llamé de inmediato a Milete, quien simplemente se rio al verme haciendo todo un drama por algo a lo que antes llamé insignificante. Pero luego de ello fue un poco más amable y me enseñó varios de sus trucos para sobrellevar esos días, así como me explicó como usar toallitas higiénicas y tampones. Siendo honesto, empecé a respetar un poco más a las a mujeres desde ese día y no sabía como sobreviviría soportando cada mes esa mierda. 


Mi colaboración con la policía tampoco cesó. "El tío Humberto" y "el primo Gomi" venían cada semana a corroborar ciertos datos. Yo no era cualquier miembro del cartel, era el brazo derecho del flaco Toño, el jefe de jefes de toda la región desde las sombras. Conocía donde se ubicaba cada puesto de mando y entrega, cada almacén, cada lugar de intercambio. Sabía cómo actuaban, a qué horas se movían y a qué lugares podían escapar. Y se lo di todo a Peralta, el cual no perdió el tiempo y realizó docenas de operativos en donde capturó a varios miembros de cartel e incautó kilos y kilos de mercancía. A veces tenía que a la comisaria, claro que siempre bajo la humillante fachada de la linda sobrina del capitán la cual le llevaba el almuerzo, una vez dentro los oficiales del equipo me llevaban a las ruedas de reconocimiento, en donde, protegido por el cristal que impedía que los reos me vieran, señalaba con mi dedo cubierto de barniz a los altos mandos. 


Así pasaron dos meses, en los que sin desearlo, poco a poco estaba empezando a asimilar esta nueva identidad. Empecé a andar con bragas y sostenes por mi casa, pues terminé por aceptar que era lo más higiénico y cómodo para mi nueva anatomía. Empecé a comprender para que servía cada cosa de mi baño y me lo aplicaba diariamente, al principio para causar un buena impresión en Milete, pero luego se me hizo costumbre. Incluso, por más que me doliera admitirlo, terminé saliendo en público con aquellas faldas, blusas y pantalones ajustados provenientes de mi armario, todo para ir comprar la despensa que ya se me había terminado o seguir visitando la comisaria.

Sin darme cuenta, me estaba volviendo esa mujer que no quería ser y me di cuenta de ello de la peor forma posible. Había salido, nuevamente a comprar unas cosas que necesitaba. Hasta ese entonces no salía a lugares tan lejanos a mi departamento, me limitaba a recurrir a las bodegas, panaderías y resto de tiendas cercanas. Recuerdo que me había puesto aquella vez, hacía calor, por lo que opté por esos pequeños shorts vaqueros, acompañándolos con una blusa de tirantes y unas sandalias. No faltaron las miradas o piropos de los imbéciles que pasaban por mi costado, sin embargo, con unas cuantas mentadas de madre los hacía huir como unos maricas. Sin embargo hubo uno que no escapó.

Regresaba a mi depa por el parque, con mis compras en las manos, hasta que un hombre bastante alto y también bastante fornido se me acercó. -Hola señorita, la puedo ayudar con sus compras si desea- dijo pegándose a mí. -Piérdete, idiota- respondí yo, con la intención que me dejara en paz lo antes posible. Sin embargo el hombre aún me seguía, continuaba insistiendo en ayudarme y, siendo honesto, empezó a darme algo de miedo. Empecé a acelerar el paso, pero él fácilmente podía seguir mi ritmo, entonces comprendí que no iba a parar y, en un acto de enojo y exceso de confianza, solté mis bolsas al suelo e intenté tirarle un puñete. Sin embargo, este lo bloqueó con facilidad, sosteniendo con fuerza mi pequeña mano, provocándome mucho dolor. -Yo también puedo jugar rudo preciosa- dijo para después agarrarme con fuerza y empujarme violentamente contra un árbol. Luego puso su pesado cuerpo contra mí, impidiendo poder usar mis piernas para escapar y mis brazos no tenían la suficiente fuerza para empujarlo. Gritaba que me suelte, pero al parecía decido, empezó a besar mi cuello con su asquerosa boca y con sus manos enormes manoseaba mis senos y mi trasero. Era la primera vez en mi vida que me encontraba en esa situación, con un rival invencible y sin nada que hacer, mi actitud cristianesca y hostil se esfumó, empecé a llorar y gritar, suplicando que por favor me deje ir.


Aquel infeliz, ya había roto un tirante de mi blusa y estaba por meter sus manos dentro de mis bragas, creí que en ese momento me iba a violar, ahí en la calle, en plena luz del día, hasta que de repente vino el oficial Gonzales y lo derribó de un puñetazo en la cara. 

Gonzales siguió golpeándolo, hasta dejar su cara totalmente ensangrentada. Una ambulancia, junto con un patrullero llegaron a frenar el alboroto. Ya con el tipo yendo inconsciente a un hospital, Gonzales se acercó a mí y yo instintivamente lo abracé y me puse a llorar a su hombro. -Vine a hacerte unas preguntas más, me alegra haber venido caminando- dijo mientras me consolaba. Me acompaño a casa y decidió pasar el interrogatorio para otro día, dejándome a solas como se lo pedí. Una vez se fue, continué llorando por un buen rato, no podía detenerme, me sentía débil e impotente, casi abusan de mí y no pude hacer más que llorar como una niña. Fui hacía mi cuarto con intención de dormir un rato y tratar de olvidarme de todo, pero, sin quererlo, terminé viendo mi reflejo en aquel espejo de cuerpo completo que tenía en la habitación. Ahí estaba yo, cubierto de lagrimas, con el cabello desordenado, un tirante de mi blusa rota, dejando ver parte de mi sostén, y con el short tan corto y ceñido que dejaba al descubierto mi gruesas piernas. 

Después de ya muchos días, no me reconocí, definitivamente aquella rubia de ojos brillosos no se asemejaba a nada aquel hombre rudo que era antes. De seguir siendo aquel hombre ese tipo ni siquiera se hubiera acercado a hablarme y hubiera muerto bajo mis manos en un instante de intentar hacerme algo, pero, nuevamente, no quedaba ya nada de ese hombre en mí, al menos físicamente. Les eché la culpa de todo esto a Milete, Gonzales y, sobre todo a Peralta, ellos me habían dado este cuerpo tan débil y patético, y, por si eso fuera poco, me obligaban a comportarme como un maricotas. Pero ya no iba a permitir eso, ya no iba a estar bajo su control. 

Necesitaba recuperar mi hombría, sentirme un macho alfa nuevamente. Pero cómo sentirme viril cuando ahora tengo un coño y un par de tetas. Entonces se me ocurrió algo, me quité toda absurda ropa de mujer, incluyendo el sostén y la braga, me di un rápido baño y luego fui al pequeño ordenador que tenía para entrar a una de las páginas a las que solía frecuentar cuando era hombre, "Gatitas.com". Ahí busque entre varias chicas y encontré a la indicada, le escribí, le di mi dirección y en menos de una hora había llegado. 




Cuando le abrí la puerta ella parecía algo confundida al verme - ammm ¿tú solo piensas ver?... ¿o haremos un trío? Porque el trío cuesta más ahh-. 

-No no no, te confundes muñeca, como te dije por mensaje, solo seremos tú y yo. 

-¡Ahhh! eras tú la que escribía, perdón, linda, creí que por lo mensajes que eras un hombre- dijo la mujer riendo. 

Algo avergonzando, nuevamente, respondí tratando de lucir y sonar varonil -pues verás que hay un hombre dentro mío-. 

Ella volvió a reír -Bien bien, en cuanto me pagues no tengo problema, cariño-. 

Entonces la llevé de la mano a mi habitación y de inmediato ella comenzó a besarme. Al quitarse sus tacos, éramos del mismo del tamaño, lo que provocaba que las tetas de ambas choquen y se aplasten entre sí al momento de juntar nuestros labios. Aquello me hacía sentir incomodo, pero decidí no darle mucha atención, para disfrutar el momento. Quite su blusa, dejando al aire sus senos y, como me gustaba hacerlo antes, lleve a mi boca hacía ellos y empecé a chuparlos. Ella gemía como la perra que era, aquello me hacía sentir bien, sentía que aún con este cuerpo podía complacer a una mujer. 


Estuve jugando con sus pechos por un buen rato, hasta que ella elevó mi cabeza con sus manos y me continuó besando. -Lo haces muy rico, bebé, déjame devolverte el favor- dijo ella, para luego dirigir su boca a mis pechos, cambiado nuestra posición. Ya había experimentando la sensibilidad de los senos mientras me bañaba, un mínimo roce con mis manos podía hacer que empiece a sentir cierto cosquilleo allí abajo, sensación similar a tener un erección. Sin embargo cuando sentí sus labios chupar mi pezones aquella minúscula sensación de placer se multiplicó, como una carga eléctrica que nacía en mi seno, recorría cada parte de mi cuerpo y terminaba en mi vagina. Entonces, sin quererlo ni esperarlo, solté en muy femenino gemido del placer, mientras que al mismo tiempo sentía mi entrepierna humedecerse.

Estaba acostumbrado a oír a las mujeres gemir, un gemido significaba que la mujer estaba siendo complacida, y por ello me encantaba escucharlos. Sin embargo yo acababa de soltar uno, uno prácticamente idéntico a los que soltaban las putas con las que me acostaba. Yo no debía gemir, ese no se supone que era mi rol, yo debía provocar los gemidos. Así que antes que ella pudiese pasar a lamer mi otro seno, aparte su cabeza. -Mejor intentemos otra cosa- dije nervioso. 

Ella no se hizo problema, continuamos besándonos hasta caer a la cama. La mujer se puso lentamente encima mío. A diferencia de cuando era hombre, podía sentir como todo su peso caía sobre mí, pero traté de resistir para conservar mi orgullo. Puse mis manos en sus gigantescas nalgas y las apreté con fuerza mientras ella empezaba a menear sus caderas y a besarme el cuello. Nuestras vaginas estaban en contacto, el rose de nuestro labios inferiores era placentero sin duda, sin embargo, me hacía sentir mal el hecho de ya no tener con que penetrarla. Así que le pedí que alzará sus caderas, y con mis delgados dedos empecé a frotar el contorno de su vagina, para después empezar a introducirlos dentro de ella lentamente. Ella nuevamente jadeaba y gemía, mientras mis dedos yacían embarrados de sus deliciosos jugos, en ese momento me sentía nuevamente un varón, un macho que con solo sus dedos podía complacer a una fémina. Sin embargo, sin yo esperarlo, ella condujo su mano hacía mi nuevo sexo y rápidamente introdujo dos de sus dedos dentro de mí, haciendo que olvide esa sensación de virilidad por completo.   


La sensación era surreal mis pliegues no opusieron resistencia a la presión que ejercían sus dedos. La maestría con la que movía sus dedos  me generaba un placer inigualable, las sensaciones eran 10 veces mejor que cuando era hombre, ¡no!, 100 veces mejores. Al ritmo que ella iba, no tarde mucho en sentir una sensación conocida, aquella que antes alertaba que estaba a punto de correrme. Entonces pasó, el momento de máximo éxtasis en mi cuerpo, mi primer orgasmo como mujer. Una sensación casi mágica que dejo mi cuerpo inmóvil por unos segundos y que provocó que liberase el gemido más femenino que había salido de mi boca hasta el momento. 

Pensé que ya se detendría, si aún tuviera mi cuerpo masculino el sexo habría finalizado, pero estaba por descubrir la bendición femenina de los orgasmos múltiples. Ella continuo moviendo sus dedos dentro mío provocando que mi cuerpo se reactive y siga moviéndose para experimentar más placer. Con la mano que tenia libre, ella apretó uno de mis senos, provocando que el éxtasis no se limite a una única zona de mi cuerpo. Ella jugaba conmigo a su antojo, los roles se habían invertido, ahora yo era el pasivo o la pasiva que solo se dejaba llevar. La había traído aquí para sentirme un hombre nuevamente, sin embargo ella me hizo sentir todo lo contrario. En tan solo unos minutos y con unos simples movimientos de manos ella me  había convertido en su golfa. No podía permitir que eso siga, así que con todas mis fuerzas la empuje hacia un lado de la cama y me senté de inmediato. 

-¿qué pasó?- dijo ella abrazándome por atrás tratando de masajear mis senos. 

Yo la aparte por segunda vez, cogí mi billetera de la mesa de noche y le pague lo acordado -Ahí tienes tu dinero, ahora vete-. dije seriamente

-Ay ¿segura preciosa? Apenas íbamos 20 minutos, si quieres puedo llevar mi lengua ahí abajo y ....

-YA VETE, CARAJO- grité fuertemente, interrumpiéndola. Ella recibió el dinero con algo de miedo, se cambió lo más rápido que pudo y se fue sin decir ni una palabra más. Mientras tanto yo, abrazaba mis piernas temblorosas y lloraba de la impotencia. 

-¿Por qué? ¿Por qué tenían que convertirme en una mujer?- decía mientras lloraba. En esos momentos hubiera preferido morir en prisión que tener ese cuerpo. Luego de un rato, nuevamente me puse de pie frente al espejo, viendo esta vez mi figura desnuda y algo sudada. Odiaba mis tetas, odiaba mi culo, odiaba mi estúpida vagina, detestaba los sostenes, las bragas, los vestidos, los tacos, el maldito periodo, detestaba todo. Entonces, harto de ver cada día ese rostro de mujer que no me pertenecía e invadido por la furia e impotencia que sentía en ese momento, tiré un puñetazo directo al espejo, provocando que este se rompa y que obviamente mi mano sangre a causa del corte con los cristales. 


El dolor y ardor en mi mano en ese momento no me parecía relevante, me lavé rápido la sangre y envolví mi palma con unos trapos. No podía seguirme quedando este lugar, ya no me importaba el trato, a la mierda con el pago y con el perdón, yo me largaba de ahí. Me amarré el cabello para que no me estorbara, me puse un pantalón holgado que usaba de pijama, una sudadera negra con capucha y zapatillas, puse en una mochila el poco efectivo que tenía, junto con otras cosas que podría vender y, sin más, salí disimuladamente de aquel departamento, bajo la idea de nunca más volver. 


Caminaba por la oscuras calles de la ciudad, cubierto con la capucha de la sudadera, con algo de miedo que me volviese a pasar algo como en la mañana, pero esta vez tenía uno de los cristales rotos del espejo en mi mano, listo para cortar la garganta de cualquiera que se atreviese a siquiera tocarme. No tenía un lugar claro a donde ir, era evidente que como Emilio ningún ex conocido me abriría sus puertas y que como Melany no contaba con nadie que me brindara un techo.

Caminaba sin rumbo fijo hasta que vi un bar abierto, no parecía haber mucha gente y me vendrían bien unos cuantos tragos para despejarme, así que decidí entrar. Efectivamente, en el local habían unos cinco gatos, sin contar al cantinero, el cual limpiaba unos tarros con un trapo. Me senté en la barra, pedí el trago más fuerte, me lo tomé de un sorbo, sintiendo como este hacía rápido efecto en mi pequeño cuerpo, volví a pedir otro y otro hasta empezar emborracharme. Mientras tanto, en la pequeña tv del bar se mostraba una conferencia de prensa por parte de la policía, ahí estaba Peralta respondiendo las preguntas de los periodistas. 

-¿Al fin esos cerdos policías hacen algo útil no?- comentó un tipo de la barra. 

-Ese capitán es un genio, gracias a él están eliminando al cartel de este lugar- comentó otro. 

-¡Ja!- dije yo desde mi lugar, al escuchar como aquellos idiotas le daban todo el crédito a ese viejo. 

-¿De que te ríes, muchacha?- preguntó el primer tipo que habló. 

-Ese bigotón de mierda no hubiera hecho una mierda sin mí, TODO ES GRACIAS A MÍ- dije totalmente ebrio, sin pensar en las consecuencias que aquellas declaraciones podían traer sobre mí y sobre toda la operación.

Los tipos se miraron entre sí y rieron, el cantinero incluido. -JAJAJA sí sí, de seguro fuiste de bastante ayuda pintándote la uñas- se burló uno de ellos. 

No iba a permitir que sigan burlándose de mí y tratando como una mujer, así que cogí fuertemente por la camisa al que dijo ese comentario y dije molesto -Escúchame, imbécil, tú no tienes idea de quien soy yo y todas las cosas que sé. Así que, si no quieres que te meta ese vaso por el culo más vale que dejes de decir estupideces-.

-Tranquila, tranquila, mi amigo solo bromeaba- dijo el otro hombre, riéndose también de la situación -Pero a ver, porque no nos cuentas quién eres- agregó invitándome otra copa. 

No recuerdo exactamente todo lo dije aquella noche en el bar, solo me vienen a la mente borrosos fragmentos de aquellos tipos inundándome de preguntas y yo regodeándome al responder dejándolos boquiabiertos. Ellos reían de mis chistes y me invitaban aún más tragos, yo, a pesar de ser una mujer, era el alfa. 

Al día siguiente la cabeza me daba vueltas, realmente había tomado más de lo que mi cuerpo podía resistir la noche anterior. -Melany, Melany, despierta- decía una voz  familiar que se escuchaba algo difusa. Quería seguir durmiendo, no planeaba hacer caso a quien sea que me estuviese fastidiando, hasta que sentí un gran chorro de agua caer en mi cara, despertándome de inmediato. -QUIEN PUTAS FUE- grité para amenazar al culpable, hasta que me di cuenta de que se trataba de Milete. 

-Eres una irresponsable, Peralta ha tenido a toda la policía buscándote por toda la ciudad, pensamos que algo malo te había pasado- me regañó al oído, mientras me sujetaba fuertemente del brazo. -Pido disculpas por mi amiga, su novio la engañó y vino a desahogarse- se excusó ante el cantinero, pagó por todo lo que consumí y me sacó del lugar jalándome del brazo, como si fuese un niño pequeño.

Una vez en la calle cogió su celular, -Capitán, lo encontré ...... no se preocupe está bien ....... solo hizo una estupidez ..... descuide yo lo llevo ..... cambio y fuera-. 

-Yo no iré a ningún lugar contigo, maldito loca- dije zafándome de su mano. 

-No me hagas llevarte a la fuerza, IREMOS AL DEPARTAMENTO DE INMEDIATO- dijo en su ya clásico tono estricto y mandón. 

-¿Para qué? Para que sigas enseñándome a maquillarme, pintarme las uñas o ponerme vestidos. ¿Qué será hoy? ¿Aprenderé a usar un vibrador?- Contesté furioso.

-No digas tonterías, sabes que todo esto es por tu seguridad, Emilio-. replico ella

-jajaja mi seguridad, como no, AYER UN TIPO CASI MI VIOLA, Y TODO PORQUE USTEDES ME DIERON ESTE ESTUPIDO CUERPO Y ME HICIERON COMPORTARME COMO UN MARICÓN- le grité, recordando aquel horrible momento, aguantándome las ganas de llorar frente a ella. 

Milette se quedó callada por unos segundos, su mirada de enojo se transformó en una de asombro combinada con tristeza -Yo.. yo.. no lo sabía... lo siento mucho...-

-No hagas como si te importase, esto es en parte tu culpa- le recriminé.

-Claro que me importa, yo sé lo que se siente que intenten abusar de ti ....- dijo mirando al suelo, en aquel momento aquella mujer ruda y segura de si misma se había desvanecido, mostrando una silueta triste. 

-¿Qué quieres decir?- pregunté extrañado ante su repentino cambio de actitud. 

-Tenía 15 años, mi padre era un alcohólico y mi madre nunca estaba en casa. Un día me encontraba haciendo la cena, como siempre, cuando mi padre, más ebrio que de costumbre se acercó a mí. Intenté alejarme y decirle que vaya dormir, pero el tenía intenciones claras. Cuando puse resistencia, él me empujó al piso de un manotazo y ahí, en mi propia casa y por mi propio padre, yo...

Antes de que pudiese terminar la abracé de inmediato, tener el cuerpo de una mujer y haber vivido una experiencia similar me hacía ser mucho más empático con ella.  Si aquel intento que felizmente no había llegado a nada me había destrozado tanto, no me imagino el trauma que quedó en ella. 

-Sé que no es fácil para ti ser ahora una mujer, también sé que nos ves como débiles y vulnerables, pero no te cuento esto para que pienses esto. - Agregó ella - luego de que aquello pasara, me metí a la academia de policía, para aprender a defenderme y no permitir que otras chicas pasen por lo mismo que yo. Ahora cualquier que se atreva a propasarse conmigo la pasará muy mal-. 

-Bueno, a diferencia de ti yo no tengo entrenamiento policial y no soy nada sin mi fuerza-.

-Hagamos algo, vuelve conmigo, olvidemos todo esto y desde mañana mismo te enseño un poco de defensa personal- dijo sonriente y con tono casi maternal. 

Yo me quedé pensando, realmente el plan de fugarme de aquel departamento y del programa fue muy impulsivo y estúpido. El poco dinero que tenía se acabaría rápidamente y el vidrio de mi mochila serviría de muy poco para defenderme, de milagro no terminé siendo abusado por los tipos del bar mientras estaba borracho. Por otro lado, mi orgullo masculino aun se rehusaba a vivir una vida común de mujer. Sin embargo, aquello era mi mejor opción, o debo decir la única. Entonces solté un suspiro, mire a Milete sonriendo y dije  -Agrega un par de cervezas a ello y voy contigo-.

Ella rio, la primera vez que la veía reír en todo el tiempo que la conocía, y respondió -primero te me das un baño-. 

Ambos reímos de aquella interacción tan simple y boba, pero sincera. Entonces, abracé a Milete nuevamente, sin pensarlo, solo fue impulso, ella respondió del mismo modo, siendo honesto, hace ya mucho per mucho tiempo que no tenía un abrazo así.  Desde momento, deje de ver a Milete como una bruja y empecé a verla más como una amiga. 


Regresamos al departamento, y, al entrar, nos dimos con la sorpresa de que Peralta nos esperaba ahí, sentí algo de temor, parecía la niña malcriada que se había escapado de casa y que ahora tenía que encarar a su padre. Peralta de puso de pie, y mirándome seriamente se acercó a mi sin decir una palabra. -Señor, fue solo un error, no volverá a suceder- dijo Milete tratando de frenarlo. Pero, para sorpresa de ambas, Peralta solo puso su mano en mi hombre y dijo -me alegra que estés bien, realmente nos tuviste muy preocupados-. 

"Realmente nos tuviste preocupados", aunque parezca mentira, nunca me había dicho algo parecido en toda mi vida, ni siquiera cuando fui un niño. Mi madre falleció al darme a luz y supongo que mi padre siempre me odio por eso. Por ello cada que podía me gritaba y pegaba a correazos, por más que intentara llamar su atención y obtener su aprobación él prefería las latas de cerveza. Un día me harté y a los 10 años me escape de mi casa iniciando mi vida de criminal robando frutas para comer. En el cartel o era tenido por mis subordinados o visto como alguien reemplazable por mis superiores. Es así que jamás sentí lo es que tener una familia, nunca sentí que de verdad le importase a alguien. Por ello, cuando aquel oficial bigotón que me metió en todo esto, dijo esas palabras no pude controlar bien mis emociones y comencé a llorar, pero esta vez de felicidad. 

Las cosas empezaron a mejorar desde aquel incidente. Como lo prometió, Milete vino al día siguiente vestida con ropa deportiva, lista para empezar con mis clases de defensa personal. La verdad, fue bastante desastroso los primeros días, pues ella siempre me dejaba en el piso y todo mi pequeño y frágil cuerpo terminaba adolorido después cada sesión. Pensé que no tenía mucho futuro para ello, pues me consideraba bastante débil y frágil, pero Milete me enseñó que no todo radicaba en la fuerza. Aprendí a usar el peso de rival en su contra, a hacer ciertas llaves, puntos de presión, entre otras cosas que no tenia idea de que Milete dominaba, pobre del hombre que la quiera engañar. Puse en practica todo contra Gomi, quien se ofreció a ser mi rival, aunque aquel policía que cada vez me empezaba a caer cada vez fue satisfactorio ennoviarlo con un par de movimientos. Así descubrí un nuevo pasatiempo, entrenar, lo que me hacía sentir más fuerte y segura. 


Luego tuve que buscar un trabajo, pues los fondos que recibía pronto terminarían. En mis nuevos documentos no había estudios superiores de ningún tipo, y en realdad tampoco los tenía, así que tenía que empezar desde los mas simple. Milete me llevó a varias entrevistas de trabajo algunas terminaron bien y otras no tanto, pues terminaba mentándole a la madre a todos los imbéciles que no dejaban de verme el pecho, las piernas o el culo. Empecé como promotora de productos de belleza, pues decían que tenía "buena presencia". Me hicieron usar un muy pequeño vestido blanco con en logo de la marca y mi trabajo solo consistía en pararme, sonreír y responder las preguntas de los clientes. Traté de aguantarme la humillación del vestido, todo por Milete quien se mostraba orgullosa de que haya conseguido un trabajo. Sin embargo la paciencia se me acabó cuando uno de los tantos hombres que me rodeaban, bajo la excusa de ver el producto, rozo su mano con mi trasero, provocando que le tiré uno de los embaces al rostro, obviamente, fui despedido. Luego tuve otro corto empleo de de secretaria, nuevamente el uniforme era humillante, consintiendo de una falda muy corta, medias y una blusa con un escote más que revelador. El empleo también fue corto pues termine golpeando con mis tacones a mi jefe cuando me invitó a salir, admito que quizá me excedí un poco. 

Tanto Milete como yo nos empezábamos a dar por vencidos, no había trabajo en el que no terminara agrediendo a alguien, mi curriculum obviamente estaba por los suelos. Sin embargo, cuando todo parecía perdido para mi vida laboral, un tipo me ofreció un trabajo de camarera en un bar. Lo iba a rechazar, pues estuve en trabajos muchos más "serios" en donde las cosas no terminaban muy bien con los hombres, por lo que no me imaginaba como reaccionaria ante cientos de borrachos. Pero antes que pudiese negarme, el tipo dijo que necesitaban un chica de carácter como yo y que, a pesar de que no podía golpearlos por que sí, me era permitido defenderme. Acepté con algo de dudas, solo para comprobar que tan rápido perdía la paciencia. Como lo esperaba los borrachos pervertidos no faltaron, pero en lugar de ponerme como una bestia salvaje, traté de imitar el comportamiento frío e imponente de Milete, lo que sorprendentemente dio resultado. Al fin, había logrado quedarme más de dos semanas en un trabajo.  


Mi turno terminaba a las 10 de la noche, llegaba exhausto a casa, pero al menos me reconfortaba lo buenas que eran las propinas. Cada que llegaba a casa luego del trabajo, lo primero que hacía era quitarme los altos tacones que tenía que utilizar, pues, a pesar de ya dominarlos, estos seguían haciendo añicos mis pies. Colgaba mi bolso, sí empecé a utilizar un bolso para llevar mi cosas, y me desnudaba por completo hasta llegar a mi baño. Una vez ahí, echaba las burbujas y ponía música relajante en mi celular, para luego disfrutar de un delicioso baño de burbujas. 


Cierto día, en uno de esos tantos baños, me encontraba jabonando mis senos, cuando, sin quererlo, apreté con demasiada fuerza uno de ellos. Sentí una reacción breve pero muy placentera por parte de mi cuerpo, una sensación que me hizo recordar a aquella noche con la prostituta sucedida hace meses. Recordé como me había comportado aquella noche, como me puse a gemir cuando aquella chica metió sus dedos en mi vagina, y, aunque me costaba aceptarlo, recordé lo bien que se sintió. Entonces aquel pícaro cosquilleo volvió a surgir después de mucho en mi entrepierna, una sensación que me incitaba a repetir aquel evento que tanto placer me causó. Vi mis dedos como si de un arma se tratase, listo para cumplir aquella misión. Sin embargo, la poca hombría que aún habitaba mi cuerpo me hacía pensarlo, ¿debería hacerlo?.

"Solo yo lo sabré" me dije a mi mismo, motivado por la curiosidad, y lentamente dirigí mi mano derecha a mi entrepierna. Con las yemas de mi índice y de mi medio recorrí el contorno de mi vulva, provocando que aquel cosquilleo de intensifique y que mis piernas se pongan ansiosas. Mi cuerpo me lo exigía, tenía que hacerlo, "sí ya uso una falda a diario esto no sería cosa de otro mundo" pensé. Entonces cerré los ojos, poniendo la mente en blanco y empecé a introducir el par de dedos lentamente dentro mío. No fue la gran cosa en un inicio, estaba decepcionado. No obstante, recordé que cuando se dedeaba a una mujer, jamás se debía tener los dedos quietos, así empecé a mover mis dedos de manera circular. Eso cambió las cosas, con cada segundo repitiendo aquel movimiento me ponía cada vez más cachondo, al diablo, me ponía muy cachonda. Empecé a acelerar, usando mis dedos cual batidora, y, con la mano que tenía libre, comencé a apretar con ligera fuerza mis senos. Gemía y jadeaba sin reparo alguno en mi ducha, lo que hace unos meses me hubiera hecho sentir un maricón, ahora me daba igual, empezaba a verlo como algo natural pues empezaba a aceptarme como la mujer que era.  


Desde aquel día decidí dar rienda cierta a mi feminidad, no más vergüenza, no más orgullo, había aprendido que era inútil tratar de ser algo que yo ya no era. Me masturbaba casi todos los días, si no era viniendo del trabajo, era al despertar o antes de dormir. Empecé con solo mis dedos, pero rápidamente quise experimentar con otras cosas un poco más grandes y gruesas. Luego me cansé de divertirme solo, así que, discretamente, empecé a contratar a más chicas para experimentar mucho más del sexo lésbico. En cuanto a los hombres, si bien me daba cierta curiosidad saber lo que se siente tener una polla dentro, aún tenía cierto rechazo a la idea, de momento me consideraba una mujer únicamente lesbiana, pero eso no duraría para siempre. 

Ya había cumplido un año desde que forme parte del programa de protección a testigos. El cartel prácticamente había desaparecido de la ciudad, aquellos que no habían sido capturados simplemente escaparon. Solo faltaba un pez gordo que atrapar, el flaco Toño, mi antiguo jefe, un hombre tan escurridizo como un rata. Sin embargo, lo conocía bien, lo más probable era que ya se haya fugado del país para iniciar sus negocios en otro lado. Peralta fue aclamado y condecorado, como no, si supuestamente el era la cabeza detrás todas las capturas. Como agradecimiento me ofreció someterme nuevamente a la operación de reasignación de identidad, claro asumiendo que la probabilidad de salir bien de ahí era 2%. Yo me negué rotundamente, había pasado ya por tanto en este cuerpo que pensé que sería toda una perdida de tiempo volver a comenzar, pese a que ello significaba que ya no habría ninguna otra oportunidad de volver a ser un hombre nuevamente. Pero, la verdad, eso ya me importaba poco. 

En fin, por el aniversario de mi "transformación, Peralta, Gomi, Milete y yo organizamos una pequeña reunión para celebrar el éxito del programa, tanto en el ámbito policial como en mi adaptación. Hicimos una parrillada y compramos cervezas, a esas alturas, habíamos compartido tanto tiempo junto que ya éramos como una familia, una disfuncional pero familia al fin y al cabo. Quería a Milete y a Gomi, como hermanos, me gustaba hacerle bromas a mi "primo" y me encantaba salir y conversar con Milete. En cuanto a Peralta, lo empecé a ver como una figura paterna, como aquel padre protector que siempre desee tener. Pero me estoy saliendo del tema, ese día terminábamos de comer, cuando Milete se puso de pie y, corriendo graciosamente sobre sus tacones, fue a buscar unos documentos. Yo no sabía de lo que trataba, pensaba que otro papeleo policial que realmente me importaba poco, hasta que ella regresó y me los entregó.

-¿Qué se supone qué es esto?- dije confundida.

-¿Aún no tienes la costumbre de leer antes de preguntar, no? - respondió Milete riendo. 

Cogí los papeles y abrí los ojos como platos al leer el titulo de los mismos "Acta de impunidad".

-Ya tiene mi firma, puedo constatar que ya eres una mujer responsable y de bien para la sociedad, solo falta la firma del capitán- Dijo Milete. 

-Yo no creo que aún esté lista- dijo Peralta seriamente. En ese momento me asusté, tanto Gomi como Milete voltearon a verlo sorprendido, mientras yo intentaba pensar qué hice mal. Cuando de repente el viejo bigotón rio y dijo -Era una broma, tráeme esos papeles y un lapicero antes de que cambie de opinión-. 

Milete, tan precavida como siempre, saco una lapicero de un bolso y se le dio a Peralta, quien hizo la firma más lenta que el mundo haya visto, seguro, otra vez, lo hacía para fastidiar. Una vez firmo, se puso de pie y se acercó a mí -Melany Irene Córdova Galarza, querida sobrina, por los servicios brindados para con la policía, se te otorga el total el perdón de tus crimines, ahora eres una mujer libre- dijo entregándome los documentos. Y es así como terminé así. 

-Buenos días preciosa, ¿tan temprano y ya tienes hambre?- dice el tipo de mi lado al despertarse y darse cuenta de lo que hacía con su miembro. 

-Con esto a mi lado es imposible no antojarse- respondo sonriendo y sujetando su pene para empezar a masturbarlo.

-Adoro lo caliente que eres, nena- dice para después ponerse encima mío y penetrarme nuevamente. 

Tenemos sexo por un buen rato, otra vez tendré que lavar mi sabanas. Acabamos y lo invitó a desayunar, él se disculpa, dice que tiene que trabajo y que se le hizo tarde, pero me deja su número, quizá lo llamé algún día. Luego de ello, él se cambia rápidamente y se va. Yo me doy un baño, hoy tengo todo el día planeado con Milete, iremos a comprar algunas cosas y, conociéndola, no tardará en venir. Trato de bañarme lo más rápido posible, para luego vestirme y maquillarme. Me veo al espejo, orgullosa de como queda el vestido y de lo bonita que me veo con el maquillaje, me es imposible contener mi ego femenino, así que me saco una foto orgullosa de como me veo. 


Subida en los tacones, empiezo a hacer rápido mi desayuno, veo el reloj, sin duda ahorita toca la puerta. 

DIN DONG - escucho el timbre sonar, lo sabía Milete ya llegó y de seguro empezará a renegar por mi falta de puntualidad. 

Camino hacía la puerta, pensando en la excusa que le daré para que no me regañe -Ya sé que vas a renegar, pero no te he contado, ayer conocí a un chico muy .....-. 

Me quedo callada, helada, no puedo creer lo que veo. El latido de mi corazón se acelera, cada una de .mis extremidades empiezan a temblar y mi respiración se corta. Ahí, parado frente a mí yace el flaco Toño, mi antiguo jefe, con dos de sus matones al lado. 

-Emilio, pero que bonita te has puesto- dice con una sonrisa macabra, mientras yo solo pienso que estoy más que jodida. 

FIN 

Eo eo mis pequeños pervertidos, he aquí Valro, su narcotraficante favorita, con una nueva historia después de mucho tiempo. Esta historia es muy especial, aparte de extensa, pues es un remake, por decirlo de algún modo, de la primera historia publicada en este blog: 1- Nuevo programa de protección a Testigos. Pero por qué hacer un remake de un historia vieja cuando hay muchas más historias que contar, la respuesta es simple, el blog ya ha cumplido un año de existencia en internet y pensé que la mejor manera de celebrarlo era rehaciendo la primera historia para poder ver cuanto hemos avanzado desde ese punto.


Un año ya, vaya. Ya lo dije antes, nunca pensé que lo que escribía le fuera a gustar a alguien, menos existiendo bastantes otros blogs talentosos. Pero aquí estamos, celebrando el primer añito de este blog sin un buen nombre. Un año en donde hemos visto historias de todo tipo, desde una estrella que pervierte cualquier deseo, científicos locos que buscan venganza, maestros en cuerpo de sus alumnas, píldoras capaces de transformar por completo tu anatomía, entre muchas más. Un año en donde conocí personas increíbles, de las que me puedo jactar de ser su amiga. Un año en donde formamos un pequeña comunidad de lectores y escritores que disfrutan tanto de estas fantasías que nos hacen escapar de esa realidad a veces tan aburrida y socavante. Solo puedo decirles gracias por este primer año, gracias por permitirme descubrir un nuevo pasatiempo.


Aún quedan muchas historias por contar, así que este blog tiene para rato, claro, si es que no me arrestan por primero. Pero mientras tanto conversemos, ¿Cuál ha sido s historia favorita del blog? ¿Qué críticas tienen hacía a este blog? porque sé que no es perfecto y quiero mejorar. Cualquier respuesta o mensaje bonito es aceptado en los comentarios. 

Y para cerrar con broche de oro, tengo el honor de presentarles a un nuevo blog. Aplausos a Tg anónimo, un joven blog propiedad de un buen amigo mío y en cual estaré colaborando con pequeñas historias cortas de vez en cuando, ya hay algunas publicadas, espero que les guste tanto como a mí.

Sin más que decir, yo soy ValRO, su figura formato png favorita, y me despido hasta una próxima historia. 


Valro. 

Comentarios

  1. Buena historia Valro , pero subirás la siguiente parte del especial de navidad??

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  2. Felicidades jaja, un año trayendo tan maravillosas historias, espero sigas así

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    Respuestas
    1. Holaa M.....
      Tenemos que hacer un festejo por cada historia de tu blog y el blog de ValRo..
      Confirma fecha 🎂😃

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  3. Holaaa ValRo..... Siempre regresas con historias maravillosas...... Todos los escritores son excelentes y muy creativos......
    Siempre me encanta tus historias.... Mis favoritas son Venganza, Competencia, Lo que hace un Padre y la última la Estatua de la fertilidad...... Esas tus historias..... Me queda decirle que muchas felicidades 🎂💐💐 por este año de vida tanto para tiii y así como tu blog.....
    Espero con ansias tus historias.....

    Sinceramente tu amigo Bohemio Loco 😂😂😂

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  4. Felicidades ValRo, esperamos seguir leyendo tus historias otro añitoo !

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  5. Hola Valro,

    Me encantó mucho esta nueva versión. Se nota que le has puesto mucho esfuerzo. Creo que mi favorita sería Ajuste de cuentas pero está bien difícil elegir entre tantas.

    Me encantan tus historias, las vengo leyendo hace varios meses, pero recién se ha juntado el coraje para escribir por mi cuenta y parte gracias a ti. Saludos

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